Aunque las piezas de esta exhibición parecen normal al exterior, en realidad son una colección de diablillos paridos del horno y nacidos en México. Y lo que yo trato de demostrar en esta exhibición es el proceso de su creación, tan revuelto como la corriente de mis pensamientos infernales, y como si fuera un pantano.
Puesto que, esta misma noche, guiados por espiritus malévolos, pongámonos a viaje de barco por este pantano.
Tanto ellos como yo nos llevamos decenios de años crusandolo, pero ellos actúan como si no me reconocen.
Y siempre su creador piensa, "¡Que no! ¡Que no! No salieron como yo los imaginé."
A veces, nuestro barco se hunde. Aquí no hay ningún amigo para ayudarnos. A lo mejor el pantano tiene muchos niveles, y cada viaje nos lleva a uno diferente.
Esta noche, los duendes están curiosamente humorosos, atacandonos con adivinanzas, bailes, y tal. En un momento se huyen corriendo de nuestras respuestas apresuradas, y en otro momento innumerables de ellos vuelan sobre nuestro camino, rodeándonos y desapareciendo ruidosamente.
Entre ellos, hay algunos que dicen, "¡Por aquí!", empujandonos por detras, y solamente entonces hace progreso nuestro barquito.
Despues de reñirnos, entramos a un silencio oscuro... lo único que podemos ver por delante es oscuridad. Pero, sin duda, hay algo mas allá que respira.
Con miedo, llegamos a nuestra destinación, cuando, como un sueño, se ve un perro pelón negro típico de México. Él es nuestro guía por entre esta oscuridad, esperándonos alertamente y con un silencio noble.
Desde el principio, este perro es nuestro piloto por el infierno, peleándose con los malos espíritus de los muertos.
Pero, ¡¿por qué tenemos que ir aún más y más adelante?!
Suavemente, nos abrazamos a la piel del perro pelón, que siente mojado y tiritón, como una piel humana. Extasiados, esto nos calma.
El perro Xolo se nos arrima afeccionadamente, invitándonos suavamente a su mundo y diciendo que no nos preocupemos...
Embrujados, y casi al punto cuando nos sentimos hundiendo en la oscuridad, nos separamos del perro.
Nos despertamos y la figura del perro desaparece. Otra vez, como un niño perdido, nos encontramos solos en la oscuridad...
Casi inconscientes, por fin damos un suspiro cuando, como si fuera de muy lejos, viene una torrente de luz superreal que nos baña, y oimos a una banda indígena.
Esta orquestra de instrumentos de viento, que suena como música de sandunga, se hunde en el desierto de nuestro corazón.
Saliendo de la nada, dioses indigenos de protección, diablillos, almas, esqueletos y fantasmas se reunen, bailandos juntos a una melodía nostálgica.
Nuestro pantano oscuro se junta con el mundo del México indígeno.
Parecen reconocernos amigablemente, diciéndonos, "¡Venís de muy lejos!"
Como este mundo no es como el nuestro, cuando ellos dicen "lejos" no es que significan un movimiento tras el espacio sino un movimiento de nuestro corazón por el dolor, la energía, y las imágenes.
Las palabras con cuales el perro pelón, los espiritus, y nosotros nos comunicamos vienen no de la boca sino del sonido del corazón. En ese extraño espacio que ocupa el sonido del corazón se produce el aliento de un universo que estimula las ondas alfas del ser humano.
¿A lo mejor la palabra para este sentimiento es "el arte"?
De cualquier manera, nuestra fuerza parece acabarse.
Al desaparecer, nosotros fuimos transportados al pasado en un momento que nos absorbió como un rayo de luz brillando por entre la oscuridad del pantano.
Igualmente, estas obras de cerámica tambien nos llevan soñolientamente al momento en cuando nacimos.
Estos muñecos fatídicos son yo...
Y aún despues de acabar nuestro viaje y habernos despedidos, ellos siguen volviendo a despertar ese mundo extraño en cual el pasado y el presente se encuentran atados en un momento fijo.