Mientras yo estuve creando el mural cerámico pare el hospital TAO, me hospedé en un hotel. La arquitectura del hotel era típica mexicana, con vestíbulos de azulejos talavera y lámparas que parecían araña de luces en fin, un hotel anticuado.
Cualquier mexicano que viera este hotel diría que en esa clase de viejo edificio suelen existir fantasmas. Y si digo la verdad, las noches allí me daban miedo.
La única razón que lo elijí era por que por casualidad dí con un discuento especial, y no por que tenía ganas de encontrar fantasmas.
Me tocó el piso más alto. Pensé que los fantasmas no vendrian ya que había suficiente luz durante el día para calentarme.
Todo esto fué en la ciudad de Toluca. Situada a casi la misma altitud que el monte Fuji, el trabajo allí fué difícil, y cada día regresé a casa completamente cansada y sin poder dormir bien.
No mucho más despues de trasladarme al hotel, unas cosas extrañas empezarón a rodearme cada noche mientras yo dormía... Fué mi destino ser víctima total.
Pensé que por lo menos la primera noche yo dormiría bien pero, de repente y a media noche, una banda mariachi empezó a tocar y oí bailar por el techo.
Sonaba como una fiesta estaba comenzando en el pasillo.
Me imaginé que oía el frufrú de vestidos y una charla alegre.
... en realidad, me aseguró la señorita del hotel, no había ninguna fiesta esa noche, pero a la misma vez guiñandome un "¿Quien sabe?" típico mexicano mientras ella se alejaba.
A lo mejor el hotel sí estaba lleno de fantasmas...
Despues de todo, México parece atraer a esa clase de cosa.
Tiene una halacin que mezcla lo inescapable, lo brillante, y la muerte.
Estas tres dimensiones se reunen y forman parte de la vida mexicana.
Hasta los maestros famosos que amaron a México estuvieron convencidos como yo de nuestro agradecimiento a los fantasmas.
En otra noche, oí por el techo las voces de soldados zapatistas gritando con emoción, "¡Viva México!"
Muchos mexicanos quieren a Emiliano Zapata, y aún hoy día mucha gente dicén que vieron a Zapata volando por el cielo sobre su caballo. Inclusivo, en muchas de las películas de Eisenstein hechas en México puedo recordar muchas escenas famosas en cuales aparece el espíritu de Zapata.
Luego, en otra noche, ví pasar silentamente por la pared de mi cuarto un ciervo cubierto de flechas.
Su cara era la de Frida Kahlo.
"El ciervo es símbolo de mi renacimiento y mi reincarnización," dijo Frida por entre lagrimas, y de repente desapareció.
Este hotel parecía ser una novela histórica.
A lo mejor este hotel era un lugar tranquilo de descanso para esos seres que no podían entrar al cielo, seres quienes durante su vida fueron activos y brillantes.
Pero, a lo mejor los fantasmas no eran nada más que las manchas que cubrian el pobre techo y las pobres paredes de mi cuarto.
Esas manchas me miraban mientras yo dormía, murmullandome y cuchicheandome como los duendes en los dibujos animados.
Y es un misterio como fué que esas manchas, en fin, dejaron de moverse y tomaron forma en mis obras de cerámica.
"¡Date prisa y darnos vida!" me decían cada vez que se acercaban a mí, como un rayo de luz por la pared.
Así es como el trabajo que hice en Toluca se desarrolló tan ligeramente y magicamente a pesar de mi cansansío diario.
Lo que pude producir en este estado elevado se lo debo todo a los diablillos del Hotel Colonial.