Por mucho tiempo, el arte era un lujo disfrutado solamente por la gente rica y sin cualquier relación a la mayor parte de la sociedad. Pero recientemente, hasta en el Japón el arte se convertió en una fuerza curativa para el espíritu, y se nota, por ejemplo, que obras arquitecturales como los murales cerámicos nos pueden ayudar.
Igualmente, a lo primero mis obras por el horno Miyano – empezando con el mural para el aeropuerto de Narita y siguiendo con los otros para jardines de la infancia, escuelas, estaciones de tren, hoteles, hospitales – eran piezas públicas que contaban la historia del ser humano, desde el nacer hasta la muerte. Pero recientemente, cuando me piden crear alguna obra, muchas veces los temas preferido son las hadas y la curación del corazon doliente.
Hoy día realizamos que los problemas e inquietudes que sentimos no tienen su solución en lo físico. Sentimos poco a poco la necesidad de algo no físico.
La gente se está dando cuenta que los daños a nuestro corazon y alma no se pueden engañar, y que formar un corazón tranquilo es dificil pero muy importante.
En mi propio caso, el origen de cualquier poder curativo que mi arte tenga se debe al paisaje natural y espirtual de México.
Desde el momento en que llegué a México, yo supé por cierto que nací para ser artista.
La gente indígena prestan atención a todo lo que da vida cada día. Tanto en su agricultura come en su artesanía, le dan gracias a la diosa de la tierra por su tranquila vida diaria.
Para ellos la vida es una forma de rezo...
La cosecha abundante de maíz, el tostar de la tortilla deliciosa, el té de eucalipto que alivia la toz de sus niños – esos son las alegrías de cada día.
Los tejidos tan llenos de color con que se visten las chicas y las mujeres para bailar en las fiestas – eso es la alegría de ser humano.
"Querer riquezas y alegria solamente para uno mismo es algo muy extraño," nos avida calladamente el viejo hechicero indígeno.
"Lo que dejamos después de nosotros, eso es amor."